En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, España atravesaba una profunda crisis económica. La caída de la demanda de acero y la pérdida de competitividad frente a países con monedas depreciadas obligaron a redirigir inversiones hacia sectores emergentes, como la electricidad. En este contexto, surgió la oportunidad de modernizar infraestructuras críticas mediante la electrificación, un ámbito que prometía estabilidad y crecimiento frente a la incertidumbre industrial.
En 1921 se fundó la Sociedad Ibérica de Construcciones Eléctricas (SICE), concebida como una empresa española pero nacida de la unión estratégica entre la americana General Electric y la francesa Thomson‑Houston, dos gigantes tecnológicos que aportaron no solo capital, sino también acceso a patentes y sistemas industriales avanzados. El objetivo inicial, recogido en su acta fundacional, era claro: electrificar industrias y transportes, instalar centrales, líneas y estaciones de transformación, y desarrollar sistemas de señales y comunicaciones. Para ello, SICE se comprometía a fabricar y montar material eléctrico conforme a las patentes de sus socios internacionales.

El primer gran proyecto de SICE fue la electrificación de la Rampa de Pajares. Esta obra emblemática no solo marcó el inicio de la tracción eléctrica en uno de los trazados ferroviarios más complejos de España, sino que también simbolizó la razón de ser de la compañía: aplicar innovación tecnológica para modernizar el país. Que una empresa española naciera con socios extranjeros tenía pleno sentido en aquel momento, cuando la crisis y la falta de tecnología propia exigían alianzas internacionales para acometer proyectos de esta magnitud.
Un proyecto estratégico para la modernización
La electrificación de la Rampa de Pajares nació como respuesta a una necesidad urgente: modernizar el transporte ferroviario en un momento crítico para la economía española. Las locomotoras de vapor, hasta entonces imprescindibles, se habían convertido en un problema: contaminaban, eran poco eficientes y resultaban peligrosas para el transporte del carbón asturiano hacia León, un recurso vital en plena crisis de combustible tras la Primera Guerra Mundial. La situación se agravaba por la caída de la industria siderometalúrgica y las dificultades para exportar, frente a países que ofrecían precios más bajos gracias a la depreciación de sus monedas.
En este contexto, electrificar Pajares no era solo una mejora técnica: era una apuesta estratégica para impulsar la recuperación industrial del país. Lo excepcional del proyecto radica en que España carecía de experiencia previa en electrificación ferroviaria de esta magnitud. No había modelos, ni soluciones probadas, ni equipos especializados. Que SICE asumiera este reto desde su nacimiento demuestra una capacidad de innovación y resiliencia extraordinarias.


Electrificar aquel trazado no era en absoluto sencillo. La ingeniería de principios de los años 20 tenía que enfrentarse a una de las líneas más duras del país. Es por ello, que para la realización de este proyecto se optó por una corriente continua de alto voltaje, debido a la suma varios factores:
- El elevado precio de adquisición de los materiales de las subestaciones y su paso por Francia.
- Los problemas que ocasionaría desviar líneas telefónicas y telegráficas (si se optase por una corriente monofásica).
- Los inconvenientes de aislar la catenaria en los túneles en un ambiente húmedo como Pajares.
- Las ventajas del freno por recuperación.
- El elevado peso del material monofásico.
El punto de partida se encuentra en las bases para la electrificación, redactadas en el año 1917. No se limitaban a proclamar un propósito: fijaban la forma de alcanzarlo. En esas páginas se concreta la solución de 3.000 voltios y, con ella, el marco en el que todo lo demás debía encajar: desde el comportamiento de la instalación en largas galerías hasta las condiciones de seguridad en un trazado exigente.

Se establece que la electrificación se realizaría en un tramo de 62 kilómetros entre Busdongo y Ujo. La velocidad de los trenes sería de 30 kilómetros por hora tanto para los ascendentes como para los descendentes, mientras que el peso se situaba en las 330 toneladas brutas. Era importante establecer que debido al complicado perfil de línea que se quería implementar, a causa de las curvas de radio reducido y la composición de los trenes, la resistencia a la tracción debía de ser de 30 kilogramos por tonelada de tren.
Un desafío sin precedentes
La Rampa de Pajares era uno de los trazados más complejos del país, con túneles largos, curvas cerradas y condiciones climáticas adversas. La electrificación exigía soluciones innovadoras y coordinación internacional. SICE se encargó de suministrar locomotoras —fabricadas por General Electric—, convertidores, transformadores y cuadros para las subestaciones, además de otros equipos esenciales.
Se estableció una lista de materiales adicionales a suministrar junto con un registro del estado de los suministros en cada momento. Continuamente se siguieron estudiando y analizando las soluciones planteadas, aplicando mejoras. Cada contrato, cada documento firmado, marcaban hitos que transformaban la voluntad de modernizar en compromisos concretos.
Más allá de la ingeniería, el proyecto implicó superar barreras logísticas y financieras en plena crisis económica. Coordinar suministros internacionales, adaptar tecnología puntera y cumplir plazos en un entorno adverso fue una prueba de audacia y organización. El éxito de la electrificación consolidó a SICE como pionera en ingeniería eléctrica en España, demostrando que la innovación y la visión estratégica pueden convertir un reto sin precedentes en una realidad.

Más que un proyecto, el inicio de una visión
La electrificación de la Rampa de Pajares no fue solo una obra técnica: fue la demostración de que la innovación puede abrir caminos donde no existen precedentes. En un país sin experiencia en electrificación ferroviaria, en plena crisis económica y con recursos limitados, SICE asumió el reto de transformar la movilidad y sentó las bases de una nueva era industrial.
Este proyecto no solo modernizó una línea ferroviaria; marcó el nacimiento de una empresa que entendió que el progreso se construye con audacia, conocimiento y colaboración. Desde aquel primer desafío, SICE ha mantenido intacta su esencia: convertir la tecnología en soluciones que mejoran la vida de las personas. Pajares fue el punto de partida, pero también el símbolo de una convicción que sigue vigente más de un siglo después: cuando la innovación se une a la determinación, el futuro se hace posible.
